lunes, 14 de junio de 2010

Una visita a Diverxo de la mano de Cinzano

Si me preguntan cuál es el restaurante madrileño al que mas ilusión me hace acudir, tengo muy clara la respuesta: Diverxo. Hace casi tres años que lo descubrí –animado por una crítica en Metropoli que aún recuerdo- en su antiguo hogar de Francisco Medrano, y lo mejor es que la sensación no ha disminuido lo mas mínimo con el tiempo. Eso sí, durante este período, David Muñoz (junto con Ángela, su encantadora novia y maître del restaurante) ya tiene una estrella Michelin, tres soles Repsol y el ultimo Premio Nacional de Gastronomía. Toma ya.

Pues bien, gracias a un evento organizado por Cinzano, el otro día pude volver a Diverxo tras ocho o nueve meses de ausencia (el sistema de reservas dificulta mucho poder ir más a menudo). El motivo era descubrir, además de lo bien que combina el Cinzano blanco con la tónica, la nueva imagen del famosísimo aperitivo italiano –que incluye una botella más estilizada y elegante junto a un nuevo logotipo– y la tapa que Muñoz ha preparado para acompañarlo. Se trata de un "Posticker Shanghai de rabo de toro y chocolate con americana de gamba roja" (el nombrecito se las trae, la verdad), cuyo gran mérito en mi opinión es haber mezclado fenomenal con las notas dulces y amargas de Cinzano. Pídanlo si pueden, realmente merece la pena.

Por lo demás, y aunque lo suyo para disfrutarlo al máximo es ir a título personal, tuve la grata
compañía de grandes gastrónomos como Carlos Maribona o Alberto Fernández para un menú donde se mezclaron clásicos de la casa y alguna que otra novedad. Su ya clásico aperitivo de judías edamame con salsa de ají amarillo que casa vez me gusta más, la versión del mejillón tigre con huevas de pez volador, un "mollete chino" relleno de trompetas de la muerte acompañado de cecina y tomate que bajaba un pelín del sobresaliente general, el chile crab –con changurro en lugar de cangrejo– acompañado de una salsa con pimentón de la vera para untar y untar, unos lomos de salmonete con salsa XO para ponerse a llorar, la inigualable vaca al mojo nikkei con una suerte de maíz en texturas (desde una quesadilla de huitlacoche hasta unas palomitas)... Impresionante.

Para rematar, y tras un simplemente agradable prepostre llamado Oriente, un magnífico postre: mousse de chocolate recubierta de té verde y trufa de verano, toda una sorpresa. De los vinos mejor hablar otro día, porque además no estuvieron a la altura de la comida, la verdad. Un detalle que, en este caso, no empaña una nueva fiesta gastronómica en la calle Pensamiento.