Ya durante el vuelo Madrid-Estambul descubrí la colaboración entre Turkish Airlines y DO&CO (la firma de cátering más prestigiosa del mundo), una grata sorpresa. Merced a este matrimonio, el viajero puede disfrutar de un nivel gastronómico en sus comidas más que digno, con entrantes y postres creativos y platos principales que van desde un pollo al curry acompañado de verduras gratinadas hasta un salmón a la plancha con arroces asiáticos. Sencillo pero efectivo.
La primera jornada ya prometía experiencias de alta velocidad. Y es que en menos de una hora pasamos por dos de los mejores hoteles de la ciudad, Conrad y Kempinski (excelente servicio el de su terraza) antes de acabar, casi sin darnos cuenta, en una furgoneta rumbo al circuito. Los detalles de la entrevista con Christian Horner me los reservo para próximas ediciones de Esquire, así que vamos a hablar de mi experiencia gastronómica en la capital turca.
En primer lugar, cabe destacar el restaurante House of Medusa (imagen superior), situado junto a la maravillosa Cisterna de la Basilícica. Lo mejor, su surtido de entrantes que combina puré de berenjena ahumada, humus, puré de habas o crema de yogurt con menta y ajo. Del vino tinto Yakut, de presencia masiva por lo que pude comprobar, quizás sea mejor no hacer mención.
Pero más allá de la Mezquita Azul, el Gran Bazar, el Palacio Topkapi o la majestuosa Santa Sofía, Estambul destaca por su efervescencia en términos de vida nocturna. Pasear por Nevizade Sokak (imagen inferior), puede servir de ejemplo si se consigue caminar por esta estrecha callejuela repleta de mesas que invaden la calzada y puestos de pescado con relojes de imitación (juntos y revueltos). Precisamente allí pude probar el raki, anís típico de Turquía. No me entusiasmó demasiado, pero preferí no hacer gala de ello ante mis acompañantes turcos. Siempre es mejor evitar herir susceptibilidades patrias, como sabe todo viajero (por José María Álvarez).