jueves, 4 de febrero de 2010

Abraham García, genio y figura

Dentro del Especial 'En esto creo' que llevamos en el número de febrero de Esquire, quiero destacaros aquí algunas perlas de una de las figuras emblemáticas de la gastronomía madrileña reciente, Abraham García (el resto, igual o mejores, en la revista):
  • En mi pueblo vivíamos con lo puesto, pero éramos ricos: nuestra era la dehesa, trufada de nidos, verdeante de espárragos, sonrojada de madroños. Aunque mantengo a raya a Peter Pan, le invitas a comer y se te queda a vivir; siento una gran añoranza por aquellos tiempos sepia. Uno es de donde se hace la primera paja.
  • Me gusta definirme como un centauro venido a menos. En el hipódromo, ante el abnegado frenesí de una llegada, puedo llorar de emoción con lágrimas auténticas, no con las devaluadas que despreciaba Kundera: “Llorar porque estás llorando”.
  • En modo alguno me considero un escritor. Puede que después de tantos años alguno de mis relatos se salve, pero la mayoría de mis páginas sólo son buenas para envolver. Soy, eso sí, un insaciable lector, que no es poco sabiendo cómo escasean. Sin embargo, poco me importaría que desaparecieran miles de escritores a granel que sólo sirven para encarecer el papel.
  • Me metí en la hostelería porque el sueldo era digno y se comía seguro, pero con perserverancia y tiempo hubiera desarrollado dignamente cualquier actividad a excepción del clero. Para cardenal ando bien de papada, pero me falta vocación y pluma.
Genial el de Robledillo (Toledo), quien además de posar también amablemente para la magnífica foto de arriba a cargo de Diego Martínez (en un nevado Retiro madrileño), nos hizo entrega de uno de sus libros dedicados y una botella de su magnífico aceite. Lo dicho, un grande que esperemos que siga muchos años haciéndonos gozar desde su restaurante Viridiana.