Estoy saldando estos días una deuda histórica: Berlín. No había visitado hasta ahora la capital germana pese a los inmejorables comentarios que recibía de la misma desde hace unos años. Pues bien, lo cierto es que debo reconocer que no sólo he visto cumplidas mis expectativas sino que éstas se han visto incluso superadas. Lo que me he encontrado es un lugar lleno de vida (aunque supongo que las miles de terrazas que lo pueblan hoy se resentirán en invierno), con una media de edad insultantemente joven, multitud de niños rubios jugueteando por sus innumerables zonas verdes, repleto de galerías de arte y exposiciones alternativas, donde hay que mirar más a las bicis que a los coches al cruzar la calle y en el que te sientes como en casa a los dos días de llegar. Eso sí, como me advirtió hace poco el presidente (alemán) para España de una compañía alemana: "No extrapoles lo que es Berlín al resto de Alemania". Vamos, que en el resto del país supongo que no hay tantos artistas, los mayores de 40 no parecen estar prohibidos, alguno se pone traje para trabajar y hay menos piercings, tatuajes o escarificaciones.
En el lado negativo, y visto con algo de ojo crítico, sólo se me ocurre comentar que la ciudad es algo menos limpia/organizada/moderna de lo esperado. De hecho, se me han quitado muchos complejos de españolito al recorrer sus líneas de metro y cercanías (especialmente) o su aeropuerto, cuyas instalaciones palidecen frente a las que recorro habitualmente en Madrid. Y si, por ejemplo, se queja usted en España de las facilidades para discapacitados, ni se le ocurra pisar Berlín, donde no parece que les preocupen mucho esas personas con dificultades de movilidad (ya es difícil andar de noche por sus aceras mal iluminadas sin tropezarse...). Los museos van algo mejor, pero sin excesos, en muchos el español como idioma aún no ha llegado aunque seamos muy numerosos los turistas que reciben, como puedo atestiguar.
Pero bueno, basta ya de tanto cháchara y vamos a lo práctico para el buen gourmet: comida y bebida. La oferta en Berlín para ellos es grande, variada y más económica de lo esperado (realmente los euros dan más de sí aquí que en Londres, París o Roma), aunque con varias tendencias claras. En primer lugar, es increíble el número de restaurantes asiáticos que hay en Berlín (3 ó 4 por manzana en las zonas de marcha) a precios más que razonables y con un muy buen nivel en general, aunque por encima de todo destacan los tailandeses, indochinos y vietnamitas; todo aquel que busque unos buenos noodles en sus múltiples variantes quedará más que saciado en locales como Papaya, MAOA, Monsieur Vuong o Si-an, muchos de los cuales, además, abren sin interrupción todo el día. Magníficos. Más normalitos resultan los japoneses y ninguno de los indios nos animó a entrar en ellos, la verdad...