Con la que está cayendo estos días, es un placer poder acercarse a Burgos (mi ciudad natal) en busca de unas noches algo más frescas y a disfrutar de su gastronomía, algo que me dispongo a hacer estos próximos días. Mi particular tour de sitios obligatorios comienza –siguiendo las tradiciones y aunque no se trate de una recomendación muy veraniega– con una parada para saborear un buen cordero en la preciosa villa medieval de Lerma, en concreto en Casa Antón, un local que probablemente no sea el que más fama tenga de los muchos que allí lo sirven, pero sin duda es mi favorito. Eso sí, si aceptan algún día mi consejo, no esperen ni glamour alguno ni variedad en la carta (luego lo solucionan con un café en el vecino Parador de Lerma...). Chuletillas de escándalo, cuartos traseros para chuparse los dedos, ensalada verde sin más y vino de mesa de la tierra a discreción es todo lo que encontrarán. Más que suficiente en mi opinión y la de decenas de caras conocidas que adornan las paredes del local siguiendo una costumbre hispana sin igual. De hecho, hay famosos que deberían escribir una guía gastronómica, están colgados en centenares de restaurantes por todo la piel de toro. Otro día hablaremos del Nazareno (Roa), la otra cita imprescindible en la provincia para los amantes del cordero.
Ya aposentado y de peregrinación a la catedral para admirarme una vez más con su belleza, nada mejor que una parada junto a la Plaza Mayor para visitar El Pancho, con sus raciones y tapas de alto nivel, que pueden acompañarse además de los mejores caldos de la región por copas. Todo un lujo para el que, eso sí, hay que estar dispuesto a pelear en busca de un lugar en su atestada barra. Y si me quedo con hambre, decidiré si visitar la mítica Mejillonera, siempre hasta los topes (sus precios lo explican todo), el precioso patio interior del Gaona o acercarme a por una sabrosa zapatilla de jamón en el Rimbonbín. Para finalizar, nada mejor que alguna de las delicias del Café España, uno de los más bonitos que se pueden ver en nuestro país.
¿Y para comer de manera más formal? Pues dos opciones destacan por encima de las demás: la cocina casera de primera calidad de Casa Avelino para sentirme como en casa o, para que se vea que aquí también hay vanguardia, la cocina moderna pero sensata de La Vianda, ambas opciones con el añadido de disponer de unas surtidas bodegas en las que elegir el mejor acompañamiento posible para la velada.Lo dicho, cojo el coche y me subo a Burgos, que me está entrando un hambre...