El otro día descubrí apenado en el magnífico Cuaderno Gastronómico de El Confidencial que ha cerrado Casa Ricardo, una de esas tascas ilustradas en proceso de desaparición en Madrid, aunque se observa un cierto resurgir con la crisis de estos "valores seguros". La verdad es que hacía tiempo que no pasaba por allí, pero tengo unos recuerdos magníficos de sus abigarrados comedores repletos de fotos de famosos (mi preferido era el de arriba), con sus bancos corridos, sus camareros repletos de experiencia, esos motivos taurinos acumulados a lo largo de décadas y, lo único malo, algún comensal con puro que podía llegar a amargarte la velada. Gastronómicamente, su oferta era sincera a más no poder, con unas migas o un rabo de toro de manual, sin más riesgos de lo necesario; pero lo que mejor recuerdo es un menú degustación pantagruélico (Ensalada, Huevos con morcilla, Callos a la madrileña, Calamares en su tinta, Pescado del día y bizcocho borracho, ¡toma ya!) de precio ajustado y calorías desbordantes. De hecho, "estaba pensado para los japoneses que vienen a comer porque venimos en las guías como sitio de comida tradicional", según nos confesó uno de esos camareros en una ocasión. Pobres japoneses, no me puedo creer que ni uno de ellos se lo acabara alguna vez... Yo, desde luego, nunca pude.