lunes, 26 de octubre de 2009

La cata del mes, por Belarmino Fernández


Yo, la verdad, es que me hice enólogo por curiosidad. Después de hacer el curso de Sumilleres de la Cámara de Madrid, me dije: "Vale, este vino huele a flores, moras, notas ahumadas, violetas, etc. pero dónde, cuándo, cómo y por qué se forman estos aromas y sabores". La respuesta surgió inmediatamente: "Vas a tener que estudiar enología". Y ni corto
ni perezoso, mientras seguía con mi ocupación habitual, me puse a estudiar todo lo que en aquel momento (1997) se podía estudiar de enología y viticultura, yéndome además a trabajar en plan ONG, esto es, sin cobrar, en afamadas bodegas de España y Portugal en época de vendimia, la más bonita para cualquier apasionado del mundo del vino. Cuando por fin ya no me quedaba nada que estudiar, en una conversación alrededor de una buena botella de vino, nos preguntamos "¿Y ahora qué hacemos?". Y volvió a surgir inmediatamente la respuesta: Pues un vino. Corría el año 2004 y hoy, seis vendimias después, nuestro proyecto va viento en popa y parece ser que en aquellos años algo aprendimos [Belarmino se refiere a las emergentes Bodegas Canopy]. Yendo al grano, o al vino, os voy a hablar de tres pequeños productores que elaboran vinos de gran calidad. Estos productores son los que en Francia se llaman “vigneron” que aquí podemos traducir, para que todo el mundo lo entienda, como Juan Palomo, esto es: un día está podando la viña, al día siguiente está trasegando barricas y al otro está presentando sus vinos en Londres, Berlín, Tokio, Castellón o Santander.

El primero de ellos, Juan Antonio Ponce, en la conquense Denominación de Origen Manchuela, ha hecho de la variedad autóctona bobal su bandera y en este vino, “La Casilla 2008”, elaborado con viñas de 50 años de edad media, logra una perfecta conjunción entre la fruta y la madera de roble francés en la que ha permanecido durante 10 meses, consiguiendo un vino goloso pero fresco, potente pero a la vez delicado y equilibrado que despliega una sinfonía de aromas florales (violetas y casís) con notas cítricas (cáscara de naranja) y recuerdos especiados (clavo) junto con notas ahumadas.

Juan Manuel Burgos cultiva unas viejas viñas en Fuentelcésped, pequeño pueblo de la Ribera del Duero burgalesa. Su último vino, “Avan Viñedo de Torrubio 2007”, que está elaborado con una selección de racimos de Tempranillo de una viña de 75 años y tras 18 meses en barrica de roble francés nuevo, llega hasta nuestra copa llenándola de aromas (algo cerrado al principio, conviene decantarlo), las notas de tomillo, cereza, pimienta, cuero… nos sorprenden por su elegancia y amabilidad. ¡Un Ribera que no parece un Ribera! Fácil de beber y difícil de guardar porque estamos ante un vino con un gran potencial de envejecimiento pero que ya se puede disfrutar, y mucho, de él.

Dos años consecutivos puntuado 100 sobre 100 por el poderoso crítico de vinos Robert Parker, con su vino Contador, Benjamín Romeo nos ofrece con este “Predicador 2007” una opción más asequible para nuestros bolsillos de lo que es capaz de hacer este riojano con las viñas de Tempranillo de San Vicente de la Sonsierra. Al igual que sus elaboradores, los tres vinos tienen en común la autenticidad y el respeto a la materia prima, viticultura orgánica, uso de la madera en la crianza de los vinos exquisita y siempre respetando la uva (los buenos vinos se hacen en la viña). Este “Predicador 2007”, al igual que los anteriores, paradójicamente es un vino complejo pero fácil. Grandes vinos fáciles de beber. Puro placer. En Predicador encontramos agradables notas minerales y florales. Llena la boca con potencia pero también con suavidad, largo y placentero. Como rezaba aquel anuncio de un fabricante de neumáticos, la potencia sin control no sirve de nada.

Estos tres “vignerons” consiguen desde la viña vinos potentes y delicados a la vez… A disfrutar con estos tres grandes vinos (Por Belarmino Fernández).