Lo cierto es que mi terraza no tiene el encanto que respira la de la foto, pero no puedo negar que en estos calurosos atardeceres madrileños (¡quiero vacaciones ya!) uno de mis mayores placeres es sacar un vaso, introducirle un par de hielos no muy grandes, echar un generoso chorro de Ron Barceló Imperial e introducir una vaina de vainilla para darle el toque definitivo. Sí, habéis leído bien, una vaina de vainilla. Sé que suena raro (aunque no debería, ¿acaso no le metes pepino, hierbabuena y mil cosas más al gin tonic?), pero es que esta propuesta de maridaje con Ron Barceló Imperial no sólo llama la atención, sino que realmente aporta nuevas sensaciones, haciendo el trago diferente, más sedoso y reposado. Eso sí, ten mucho cuidado con sus inevitables efectos secundarios: te será difícil quedarte en el primero... Te lo digo por experiencia (por Gabriel Martorell).